Blackout: la necropolítica de la extracción

Issue #000 / T. J. Demos
Angela Melitopoulos
ANGELA MELITOPOULOS
Crossings, 2017

Este ensayo aborda la extracción, sus culturas visuales, así como la política y la estética de las formas emergentes de resistencia en la actualidad. En vista de la expansión de las zonas de sacrificio dedicadas a la minería de recursos mineros, acompañadas de acuerdos de comercio internacional explotadores y las finanzas de la servidumbre por deudas, ¿qué formas adoptan las políticas culturales de oposición y cómo materializan los artistas-activistas las imágenes y los sonidos de emancipación y descolonización contra la mercantilización rapaz de cualquier cosa y de todo, propia del capitalismo? Este análisis considera un rango de enfoques artísticos selectos, haciendo referencia a las diversas obras de Angela Melitopoulos, Allora & Calzadilla, y Ursula Biemann, que de diversas maneras consideran las geografías del conflicto en regiones tan diversas como Grecia, Puerto Rico, Canadá y Bangladesh, y que adoptan una estética de interseccionalidad que revela las complejas causas y efectos del extractivismo global, y propone formas de fortalecimiento de movimientos y de solidaridad con aquellos que están en la primera línea de la oposición.


Retiro de valor y agencia


Crossings
(2017) [Cruzamientos], de Angela Melitopoulos (producida en colaboración con Angela Anderson, Maurizio Lazzarato, Pascale Criton, Oktay Ince, and Paula Cabo Guevara), una video-instalación épica de cuatro canales y 109 minutos de duración, exhibida recientemente en documenta 14, presenta una interconexión de personas, materia, finanzas y agencia que define una ecología política globalizada de desigualdad y desposesión. Entre las varias intersecciones relacionadas, una de ellas se centra en los intereses financieros organizados alrededor de la extracción industrial del oro, cobre y minerales raros de la mina Skouries en la península de Halkidiki, cerca de Tesalónica en el norte de Grecia. Se muestra que esos intereses de explotación se conectan directamente con el retiro de agencia política de la ciudadanía griega impulsada por la UE. Tal como escenificó la asombrosa inversión del referéndum del rescate de 2015, votado explícitamente para desafiar el dominio de la UE, el gobierno de Syriza, anteriormente considerado de izquierdas y liderado por Alexis Tsipras, rechazó el rechazo popular de la economía de austeridad impuesta por Bruselas como condición para continuar como miembro de la Eurozona, a instancias de las demandas financieras europeas (lo que el ex ministro de Finanzas de Syriza, Yanis Varoufakis, comparó con la diplomacia de cañoneros neocolonial). Estas dos formaciones—la apertura de Grecia a los intereses mineros transnacionales y la traición de la soberanía popular por parte de la pérfida política de la UE—hablan de las actuales condiciones globales de extracción, que en Crossings entran en correlación directa y en conflicto. En un pasaje, los activistas ambientales aparecen protestando apasionadamente por la destrucción gratuita de bosques y ríos regionales por parte de compañías mineras, como Eldorado Gold de Canadá y la filial griega Hellas Gold, y son brutalmente reprimidos por la policía militarizada. Con estas escenas, enfrentamos el hecho generalizado de que la policía encargada de aplicar la ley tiende a proteger el poder corporativo, en lugar de defender la voluntad democrática, ya que la privación de derechos políticos implica la desposesión material.

Crossings visualiza nada menos que el funcionamiento del extractivismo, el paradigma dominante del capitalismo avanzado. Según los teóricos Sandro Mezzadra y Brett Neilson, el extractivismo identifica modos históricos y actuales de acumulación de riqueza basados ​​en la extracción de materias primas y formas de vida de la superficie, las profundidades y la biosfera del planeta para la producción de valor financiero, que trabajan en coordinación con sistemas político-económicos y socio-tecnológicos expansivos comprometidos con sus operaciones. El extractivismo comprende, fundamentalmente, un cálculo de acumulación por desposesión, para usar los términos de David Harvey, una acumulación sin depósito correspondiente (excepto en forma de desperdicio, enfermedad y muerte), que transforma todo lo que toca—ya sean minas, bosques, ríos, océanos o vida humana y no humana—en valor económico, empleando cualquier medio a su disposición, incluyendo maquinaria, arquitectura, trabajo, finanzas, logística y medios de comunicación. Incluye procesos virtuales, así como materiales densos, trabajo en prisión y servidumbre por deudas, bioprospección, genética e informática. Impulsa la especulación inmobiliaria, aumenta los costos de matrícula y el alquiler tanto como la negligencia estructural y la privatización, y doblega los acuerdos políticos y comerciales a voluntad. En consecuencia, el extractivismo designa una lógica motivadora común de instituciones, museos, universidades, corporaciones y estados, organizando sus acuerdos comerciales, sus formas sociales, sus políticas laborales, su extracción de datos, sus sistemas de energía y sus tecnologías. Como una formación global, “la ‘nueva frontera urbana’ se abre continuamente en diversos contextos, impulsada por la apropiación y expropiación de espacios, valores, infraestructuras y formas de vida sometidas a la valorización capitalista”.


Guerra de los mundos


Si bien que el video de Melitopoulos se enfoca en el caso de Grecia, la lógica de extracción que descubre es omnipresente en todo el mundo en el movimiento global hacia la política antiliberal, el capitalismo autoritario y la creciente desigualdad socioeconómica. El actual gobierno de los EEUU es representativo de este nexo, donde el capitalismo de desastre y las zonas de sacrificio en expansión convergen bajo su reinado, vinculando la explotación político-financiera y de recursos naturales con el beneficio abrumador de la riqueza corporativa. Tal arreglo no solo moviliza los desastres para una mayor neoliberalización, sino que también produce innumerables desastres a su paso. Por ejemplo, el plan fiscal estadounidense de 2017, recientemente aprobado a fuerza por el Congreso con poco apoyo público, rebaja las tarifas corporativas del 35 al 21 por ciento, transfiriendo un billón de dólares a los más ricos, justo cuando el mismo proyecto de ley abre la Reserva Nacional de Vida Silvestre del Ártico a la perforación de petróleo, gas y carbón (a la que seguirán todas las costas de EEUU, con la excepción de la de Florida). La maniobra une el saqueo de las finanzas públicas al de la minería de recursos naturales, llevando a los EEUU hacia niveles sin precedentes de amenaza medioambiental y de desigualdad económica.
De acuerdo con esta formación, que también es de carácter global, los impuestos se convierten en armas en una guerra de clases asimétrica. La política se reduce a una operación policial masiva, ya que las multitudes pierden la fe en los sistemas representativos y, lógicamente, los ajustes estructurales de tipo económico-medioambiental son acompañados de la retirada gradual de las libertades civiles, a medida que el activismo se vuelve cada vez más sujeto al control, la represión y la ilegalidad. A nivel internacional, los ecologistas están expuestos a una creciente violencia estatal y a asesinatos extrajudiciales, como lo demostró el caso de Berta Cáceres en Honduras, quien se unió al pueblo indígena Lenca en una campaña de base que presionó exitosamente a la compañía de propiedad estatal china Sinohydro, la constructora de represas más grande del mundo, para que se retirase del proyecto de la Represa de Agua Zarca. Ella fue una de los miles de activistas asesinados en un país que opera bajo la destitución políticamente respaldada por EEUU de su presidente democráticamente electo, Manuel Zelaya, en 2009. Además, su caso forma parte de una tendencia internacional de aumento de los niveles de violencia estatal y corporativa sobre los ecologistas, los activistas indígenas y los periodistas independientes que se oponen al orden mundial del extractivismo.

En este antagonismo que enfrenta a estados petrocapitalistas contra ecologistas y pueblos indígenas—desde Grecia a Brasil, Honduras a Filipinas, Indonesia a Rusia—, la biopolítica (la gobernanza de vidas humanas) se transforma en necropolítica (la administración de la muerte) y se escala hasta la geontopolítica (la gobernanza de las relaciones entre la vida y la no vida, que constituye una política ascendente del ser-terrestre en nuestra era de extracción). Esto es claro con Standing Rock, que figura como un punto focal híper-visible de Blockadia, la zona de conflicto expansiva y transnacional en la que los movimientos de base se oponen a los desarrollos petrocapitalistas. En 2016, miembros de la tribu Sioux de Standing Rock, junto con otras naciones indígenas e innumerables aliados, desafiaron la construcción del oleoducto Dakota Access, expresando resistencia popular tanto a la explotación de combustibles fósiles que ponen en peligro los entornos naturales y las fuentes de agua, como a la negación de los derechos indígenas frente a la continua apropiación neocolonial de tierras y la soberanía estatal dominante. Sin embargo, el evento también se centró en el intento del complejo corporativo-gubernamental de controlar y gestionar la diferencia entre vida y no vida—específicamente cuando se trata del petróleo y del agua—. Cuando los protectores de agua decían ¡mni wiconi! o ¡el agua es vida! /¡el agua está viva! ante los avances de la policía militarizada y los ataques de la seguridad privada, los buldóceres blindados, las armas químicas y los perros policías amenazantes, el evento constituyó tanto una brecha biopolítica sobre los derechos humanos, con implicaciones necropolíticas, como un desafío geontopolítico a la lógica neoliberal según la cual los elementos, el medioambiente y las formas de vida no humana son reducidas violentamente a mercancías dentro del drama continuo de una economía de acumulación por desposesión, ecológicamente devastadora y con impacto climático.

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Map of Blockadia, 2018
Environmental Justice Atlas
https://ejatlas.org/featured/blockadia

En un momento en que los políticos contemporáneos coquetean cada vez más con las formaciones neofascistas (alt-right), eventos como Standing Rock hablan de la deslegitimación de la política electoral liberal a medida que se fusiona con la corrupción corporativa. La situación continúa desarrollándose hoy. Sin embargo, también ha habido una intensidad creciente de pensamiento y vida política fuera de ese dominio—como en Standing Rock—, es decir en los ámbitos cívicos de la cultura y las artes, donde la imaginación político-estética se afirma a sí misma y desafía el extractivismo petrocapitalista. En instancias en proliferación, las prácticas estéticas mismas cambian de carácter y se modulan dentro de este marco geopolítico; lo artístico se fusiona con los movimientos sociales, produciendo un campo expandido de estética con alcance cosmopolítico, enfocado en la formación de valores liberados, y unido en contextos en donde lo que está en juego es nada menos que una guerra contemporánea de los mundos. Contra la lógica extractivista del Capitaloceno—un mundo sacrificando la tierra misma por los intereses de las ganancias a corto plazo—artistas y activistas, así como las comunidades que se dedican a hacer política de forma diferente, están restaurando e inventando formas alternativas de vida y modos creativos de ser-en-común éticos. Se basan en la sabiduría existente y proponen nuevos conocimientos, rehaciendo el mundo tal como lo conocemos en la imaginación, la representación y la práctica. Consideremos tres de estos ejemplos: las obras de arte de Angela Melitopoulos, Ursula Biemann y Allora & Calzadilla, que cubren un espectro de prácticas culturales que hacen referencia e intervienen en diversos lugares del norte y el sur global. Sus prácticas incluyen documentales políticos, análisis especulativos vinculados a movimientos sociales insurreccionales, y experimentos escultóricos y audiovisuales ligados a la galería, que dan forma a la violencia sociopolítica y medioambiental, así como a sitios de resistencia inspiradores.


Gobernando por deuda


Crossings
sitúa incómodamente a los espectadores en el fuego cruzado de sus cuatro grandes pantallas, construyendo una confrontación audiovisual que se aproxima a la geografía de su zona de guerra. Si bien el video ofrece entrevistas con activistas medioambientales griegos que discuten los intereses políticos y ecológicos de su lucha, también amplía esa zona de conflicto a la crisis de refugiados de Grecia, incluyendo las opiniones de los migrantes internados en el campamento de Idomeni, ubicado al norte de Tesalónica, y en el Campamento Moria en la isla de Lesbos, justo al lado de la costa de Turquía. Los migrantes hablan de las condiciones en deterioro en sus países de origen: Turquía, Siria e Iraq. Resulta claro que la migración es síntoma de la crisis social que se produce frente al autoritarismo político, la desigualdad económica y la violencia medioambiental-militar; en otras palabras, el mismo orden extractivista que ha tenido efectos devastadores en países del Medio Oriente y África. Los solicitantes de asilo hablan de las condiciones desesperadas en los campos, la crueldad de la policía y los guardias, y las interminables esperas que hacen que su experiencia de dislocación sea peor que la vida en lugares como el Afganistán devastado por la guerra. Si bien estas circunstancias explican las numerosas protestas contra las condiciones de los campos y las políticas migratorias—algunas de las cuales se muestran en Crossings—, el video de Melitopoulos también ve en estas manifestaciones ecos contemporáneos de las antiguas rebeliones de esclavos protagonizadas en la misma región. Tal como ocurre hoy en día, esta área también fue explotada por el trabajo forzoso hace más de dos mil años, y las rebeliones, entonces como ahora, materializaron demandas de transformación política.

Crossings también incluye entrevistas con los habitantes de los campamentos de refugiados miembros del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que continúa defendiendo zonas autónomas más allá de la soberanía estatal y contra las formaciones islámicas extremistas como ISIS en el norte de Siria y Turquía. En estas entrevistas discuten su política revolucionaria y su cultura afirmativamente pro-feminista, así como su apoyo al líder kurdo y fundador del PKK Abdullah Öcalan, quien, notablemente, fue influenciado por el ecologista social estadounidense Murray Bookchin y sus teorías anarquistas de municipalismo libertario y bienestar ambiental de los años 60 y 70. Situados en condiciones de crisis, las implicaciones militantes de los movimientos sociales actuales se vuelven explícitas. Así como se muestra a un antiguo activista anti-minería residente de Halkidiki admitiendo su desesperanza con respecto a la transformación política convencional en el actual sistema de la UE, especulando que la resistencia violenta puede ser la única respuesta que queda en Grecia, se ve a los residentes del campamento de refugiados del PKK cantando alabanzas a las guerrillas revolucionarias al compás del buzuki griego. En las condiciones brutales de guerra librada por medios económicos, donde la deuda es un arma de destrucción masiva y la migración un descenso a la impotencia, la vida debe ser defendida por cualquier medio necesario. Tales convicciones militantes conducen a Crossings a su conclusión: si el voto democrático no ofrece medios efectivos para el cambio de fase político-ecológico—ya sea en los antiguos estados esclavistas del imperialismo patriarcal o en el actual despliegue post-neoliberal del capitalismo autoritario—entonces debemos buscar formas de reclamar justicia, igualdad y habitabilidad medioambiental, más allá de la política electoral, inventando nuevas solidaridades sobre esas bases.


Crímenes climáticos


Proponiendo de manera similar un acercamiento de geografías relacionales a la extracción petrocapitalista global, y con un enfoque explícito en las conexiones entre Norte y Sur, el video de Ursula Biemann
Deep Weather (2013) [Clima profundo] comienza describiendo la topografía de las Arenas de Alquitrán de Athabasca, en Alberta, Canadá, una de las mayores fuentes de desastre climático en el planeta. Sobre lo que alguna vez fue un prístino bosque boreal, las corporaciones han industrializado un área aproximadamente del tamaño de Inglaterra, extrayendo hidrocarburos sucios y de difícil acceso en forma de betún, un petróleo pesado negro mezclado con arcilla, arena y agua. En el proceso de despejar la ecología biodiversa del bosque—comúnmente denigrada como “sobrecarga” por la industria minera—, y transformarla en tantas geologías de carbono, las compañías de extracción como ConocoPhillips, Petro-Canada y ExxonMobil han traído la ruina al medioambiente e impactado severamente la vida de los pueblos originarios que viven cerca, entre quienes los casos de cáncer, asma, diabetes y enfermedades mentales causadas por la contaminación del aire y el agua han aumentado dramáticamente en la última década. Esto incluye al pueblo originario Athabasca Chipewyan, para quienes “la tierra es la esencia de …la cultura, los valores y la espiritualidad”, y quienes han presentado quejas a Shell por practicar el ecocidio, así como también al gobierno canadiense por incumplir tratados históricos y no proteger la salud de las poblaciones indígenas (aunque hasta ahora estas demandas no han tenido éxito).

Lahoud-Climate Crimes
ADRIAN LAHOUD
Aerosol Optical Thickness from 10km Resolution GEOS-5 Simulation
William Putman, NASA, as appearing in Lahoud’s “Climate Crimes,” https://www.forensic-architecture.org/file/climate-crimes/

El video de Biemann muestra tomas aéreas de los vastos campos petrolíferos en la región del río Athabasca y es narrado por la artista en una voz en off (silenciada y humilde) que especula sobre los impactos geológicos, a nivel local y global, de estas actividades industriales. Ofreciendo una útil visualización meteorológica de estas dinámicas globales, el arquitecto investigador Adrian Lahoud ha emprendido, en un contexto separado, un análisis geoespacial que vincula las emisiones de aerosoles en el hemisferio norte, incluyendo carbono y sulfatos, con la desertificación y el calentamiento de África, el sudeste asiático y Sudamérica. Para él, este sistema interconectado constituye “una nueva cartografía geopolítica que une destinos lejanos, vinculando la industrialización en el norte con la privación [y la alteración climática] en el sur”. Su modelo de climatología forense proporciona evidencia de lo que Lahoud llama un “crimen climático”, con perpetradores que incluyen no solo a la industria petrocapitalista, sino también a los negociadores climáticos de la ONU que institucionalizan las metas de calentamiento global que deparan el desastre para las regiones del sur”. Con un calentamiento de dos grados Celsius, África arderá, según el diplomático sudanés Lumumba Di-Aping y el ambientalista nigeriano Nnimmo Bassey, cuyo activismo ha expuesto un nuevo orden de violencia político-medioambiental practicado a través de “armas de destrucción matemática” que superan la capacidad actual de cualquier tribunal para enjuiciar. Construyendo casos para la justicia futura, las visualizaciones de Lahoud son prefigurativas, y Deep Weather de Biemann proporciona un caso de estudio de evidencia específica.

En la segunda mitad del video de Biemann se retrata una zona ecuatorial afectada por las emisiones de las Arenas de Alquitrán, donde se observan las consecuencias socio y medioambientales del colapso climático por combustibles fósiles en el delta del Ganges-Brahmaputra, en Bangladesh. Al bajar la cámara al nivel del suelo, Deep Weather muestra los esfuerzos colectivos de las comunidades costeras para construir barreras contra el aumento del nivel del mar. Aquí, algunos voluntarios empaquetan a mano sacos de arena con barro, mientras que otros los llevan al creciente muro de contención. El trabajo manual de estos voluntarios, que buscan proteger sus hogares y comunidades de la sumersión, contrasta marcadamente con la infraestructura de extracción de alta tecnología en Canadá, al yuxtaponerse dramáticamente el acceso desigual a la tecnología y los recursos de geo-ingeniería. Proporcionando otra versión de la climatología forense, el análisis relacional de Biemann demuestra la manera en que las regiones lejanas están conectadas por la industrialización y la alteración del clima. El esfuerzo monumental llevado a cabo por el trabajo colectivo de Bangladesh representa nada menos que una externalidad humana de la industria petrolera, una consecuencia generalmente negada por las corporaciones (incluido el reciente gobierno conservador y pro-perforación de Stephen Harper en Canadá, así como el gobierno pro-extracción de Justin Trudeau). Al prever un futuro de justicia medioambiental, uno se pregunta qué forma de deuda climática podría pagar dichos impactos.

Con un aumento del nivel del mar de tres pies—una estimación baja para los impactos en el futuro próximo—, el 20 por ciento de Bangladesh estaría bajo el agua, desplazando a más de 30 millones de personas, incluida la población de 16 millones de personas de Dhaka. La Bahía de Bengala es la región de delta más grande de la Tierra, y cuando su océano se eleva cincuenta o sesenta millas tierra adentro durante las tormentas, la salinidad contamina el agua potable y hace que las tierras agrícolas sean menos fértiles. El resultado será desastroso para la región e impulsará futuras oleadas de migración climática intensificada. Además, el derretimiento antropogénico de los glaciares del Himalaya ocasionalmente ha aumentado el caudal de los ríos que desembocan en Bangladesh desde el Tíbet, Nepal, Bután e India, incluso cuando la pérdida de hielo amenaza los suministros de agua en el futuro. Franjas de los Sundarbans—el bosque de manglares más grande del mundo, ubicado en el delta del río Ganges—han desaparecido en los mares crecientes. ¿Cómo podemos comenzar a visualizar tales escenas de pérdida territorial? El colapso climático desafía la imaginación y sus poderes de representación, parte de lo que el escritor Amitav Ghosh llama nuestra era del “Gran Trastorno” del clima y la cultura por igual, aún si muchos artistas no obstantemente están haciendo esfuerzos de intervención creativa, luchando contra la corriente. Junto con la Amazonia brasileña, el Parque Nacional de los Glaciares en Montana, y la Cuenca del Congo, los Sundarbans son considerados paisajes en desaparición, que también ofrecen más sitios de mercantilización a través del turismo-de-cambio-climático, ejemplificando la lógica general de producción destructiva y destrucción productiva de la extracción—nada menos que una carrera hacia el fondo en un mundo de tierras y recursos finitos—. El conmovedor análisis de Biemann sobre las causas del desastre climático desafía tales narrativas fatalistas: Deep Weather no solo representa los esfuerzos colectivos para fortalecer las defensas geográficas, sino que también identifica las causas y retrata la construcción de la agencia colectiva de resistencia.


Capitalismo de desastre


Una alternativa a los enfoques de ensayo-documental de Melitopoulos y Biemann—donde la filmación que hace aseveraciones se desarrolla dentro de marcos analíticos de interpretación—, puede verse en el trabajo reciente de Jennifer Allora y Guillermo Calzadilla, que reúne una poética audiovisual y escultórica que asocia la política y la ecología, particularmente según se materializan conjuntamente en las cicatrices de la violencia extractiva pasada y presente en Puerto Rico. La suya es una estética interseccionalista, formada por maquinaria fragmentada y arquitectura industrial que se toma de sitios de comercio internacional, infraestructura de transporte y generación de energía. Su pieza escultórica
Blackout (2017) [Apagón] presenta una gran sección de un transformador electromagnético de una central eléctrica que explotó en Puerto Rico en 2016. La explosión provocó una de las muchas fallas eléctricas que han plagado la isla en los últimos años; escandalosamente, seis meses después de que la temporada de huracanes de 2017 interrumpiera el sistema eléctrico, la mayoría de personas en la isla seguían sin electricidad. Los fragmentos de aisladores cerámicos y bobinas de transformadores que aparecen en Blackout se obtuvieron de la Planta de Energía Aguirre, en Salinas, una estación operada por la Autoridad de Energía Eléctrica de Puerto Rico (AEE). La AEE es un servicio público nacional creado en 1941, con un déficit de financiamiento crónico, y recientemente nominado para ser privatizado, pero también es uno de los mayores emisores de bonos, responsables de la actual y creciente deuda de 74 mil millones de dólares de la isla. Blackout articula ambos ejes, dando forma creativa a la unión de la servidumbre de la deuda y la producción de energía.

Tal como los artistas dejan en claro en sus notas de investigación, los acreedores de la deuda de la isla incluyen sociedades de inversión estadounidenses y fondos buitres que se benefician recuperando las cuotas, incluso si se producen a expensas de ajustes estructurales brutales, no muy diferentes del endeudamiento de Grecia. En consecuencia, la economía de Puerto Rico, controlada actualmente por una Junta de Supervisión y Gestión Financiera no elegida, nombrada por el Congreso de los EEUU en 2016, canaliza recursos de las escuelas públicas (solo ese año se cerraron 179, e incluso aún más recientemente), el sistema universitario público del país, hospitales, pensiones e infraestructura, y los redirige a los acreedores, poniendo efectivamente las ganancias sobre las personas. El resultado es lo que algunos llaman una prisión de la deuda, que solo se ve exacerbada por las desgracias medioambientales de la isla. Más aún, la configuración económica de la isla implementada durante décadas de política y leyes constitucionales estadounidenses excluye la opción de declaración de bancarrota comúnmente disponible para las ciudades y corporaciones estadounidenses en coacción financiera, y prioriza en vez los reembolsos de préstamos sobre los gastos de asistencia social. El cuerpo desgastado, destrozado y corroído de la resonante escultura de Allora & Calzadilla presenta un estado de descomposición material que abastece y expresa esta depravada red político-financiera y medioambiental, encarnando precisamente estas injustas distorsiones económicas, desfiguraciones estructurales y desajustes legales.

INSTA_Allora & Calzadilla: Foreign in a Domestic Sense, 22 September – 11 November 2017
ALLORA & CALZADILLA
Blackout, 2017

Algunos activistas creen que la abrumadora deuda—aproximadamente 123 mil millones de dólares, tomando en cuenta la carga de pensiones de 49 mil millones de dólares del país—simplemente es impagable. Estos oponentes piden la condonación de la deuda o al menos poner el desarrollo económico en primer lugar, aunque la Junta de Supervisión, que se debe a los grupos de interés corporativos, probablemente continuará haciendo todo lo que esté a su alcance para garantizar el pago inmediato antes que cualquier otra cosa. Otros afirman que con cada vez más multitudes sometidas a la privación de derechos político-económicos en un mundo de creciente desigualdad de recursos—dramatizada especialmente en las zonas post-desastre de Houston, Puerto Rico, Detroit, Nueva Orleans y Haití, para mencionar solo a aquellas de las Américas que forman un campo interconectado de negligencia estructural y deliberada—, estamos siendo testigos de un apagón creciente que es de origen socioeconómico y estructuralmente racista. De hecho, para Achille Mbembe, este sistema representa la expansión geográfica de las condiciones de profunda desigualdad que siglos atrás caracterizaron principalmente la esclavitud de aquellos de origen africano. Esta situación, ahora llamada “precariedad” y liberada de una clasificación estrictamente racial (aunque esto no quiere decir que el capitalismo racial aún no persista), nos enfrenta a lo que Mbembe llama el “devenir negro del mundo”. La frase define el apagón globalizado del empobrecimiento, la necropolítica y el despojo—a lo que añadiría la exposición expandida y generalizada a las zonas de desechos de la extracción, las atmósferas colonizadas y las externalidades tóxicas, donde el devenir-negro se evidencia en la contaminación urbana, el agua degradada, los desechos mal gestionados y los cuerpos enfermos de la vida humana y no humana—. Mientras que sus zonas se expanden globalmente, la exposición a esta precariedad todavía se basa en vulnerabilidades diferenciales y recursos de protección desiguales, con las relaciones interconectadas entre ambos dando lugar a más ciclos de mercantilización (como con los elementos primarios de agua y aire).

Al unir la producción de energía con la servidumbre de la deuda financiera, Blackout de Allora & Calzadilla identifica la lógica clave de extracción neocolonial, que, como hemos visto, opera en el entorno del capital financiero que se ha globalizado. Los dos están de hecho íntimamente conectados, lo que justifica su doble referencia metonímica en la inclusión literal del transformador electromagnético de un servicio público endeudado en la obra de arte—un transformador que puede entenderse aquí como generador de flujos de energía y flujos financieros, así como de contaminación y trastorno climático. El hecho de que la AEE funcione principalmente con combustibles fósiles, a pesar de estar ubicada en una isla caribeña rica en potencial solar, y que el alto costo de su energía (tres veces más de lo que generalmente se paga en el territorio continental de los EEUU) recae en los consumidores cautivos de Puerto Rico, solo refuerza la importancia de la conexión entre la energía y la producción de deuda. La deuda de Puerto Rico es sintomática del acuerdo global por el cual las ocho personas más ricas del mundo poseen tanta riqueza como la mitad inferior de la población humana, unos 3,600 millones, por lo que el enriquecimiento también es causa y consecuencia del empobrecimiento.

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ALLORA & CALZADILLA
The Night We Became People Again, 2017
Still

Allora & Calzadilla agregan una dimensión sónica a estas dinámicas, transformando el transformador de Blackout en un dispositivo de afinación para una performance vocal-acústica basada en mains hum (2017) [Zumbido eléctrico], una música original del compositor David Lang que comienza con una cita de uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, Benjamin Franklin: “Al continuar con estos Experimentos, ¡cuántos sistemas bonitos construimos, que pronto nos vemos obligados a destruir! Si no se descubre otro Uso de la Electricidad, esto, sin embargo, es algo considerable, que puede ayudar a volver humilde a un Hombre vanidoso”. Las palabras de Franklin se vuelven finalmente ilegibles en la música misma (como si nada se liberara del las distorsiones del transformador), pero la ironía, por supuesto, es que este volver humilde al hombre—referenciado indirectamente por los cantantes zumbadores, quienes, al igualar el tono del zumbido del transformador, transforman estas palabras en un zumbido colectivo que se desarrolla a partir del continuum sónico de la máquina de Blackout—ha estado lejos de darse. Aún a la sombra de los múltiples cortes de energía, incluido el reciente período después del verano de desastre de 2017, la masa de infraestructura quemada en la isla todavía inspira visiones de un potencial económico aún mayor. De las cenizas emergen cada vez mayores monstruos maquínicos de acumulación de riqueza y, a medida que se expande el paradigma generalizado del capitalismo de desastres, la catástrofe ofrece más oportunidades para promover agendas neoliberales y extractivas cada vez más intensas.


Esperanza en la oscuridad


Con estos proyectos de Melitopoulos, Biemann y Allora & Calzadilla, encontramos diversas aproximaciones a las zonas extractivas donde la explotación implica simultáneamente recursos naturales y finanzas, donde la violencia ecológica y económica son inseparables. Las técnicas de esta explotación incluyen maquinaria de movimiento de tierras, logística operativa, acuerdos comerciales, acuerdos legales, brutalidad policiaca y economía coercitiva, evasión fiscal y cuentas
offshore, incluso cuando los proyectos artísticos tienden a centrarse en las geografías a escala comunitaria de los costos humanos y ambientales. No obstante, estas zonas de extracción y sacrificio formadas en la intersección de fenómenos meteorológicos extremos, desregulación o no-regulación medioambiental, y desigualdades entre acreedor y deudor, también ofrecen escenas de lo que la autora Rebecca Solnit ha llamado “esperanza en la oscuridad”. Para Solnit, la frase describe actos de ayuda mutua no explotadora, como cuando, en ausencia de asistencia estatal o de ONG, los vecinos se ayudan mutuamente, forman comedores colectivos, brindan ayuda en casos de desastre, distribuyen servicios esenciales, reconstruyen hogares y salvan vidas. Posiblemente reflejadas de manera más directa en el relato de Deep Weather sobre las personas de Bangladesh fortaleciendo sus costas frente a las marejadas ciclónicas, tales prácticas también ocurren en la construcción comunitaria y la educación autoorganizada de los campos de refugiados de Grecia, y en las geografías de autogestión post-huracán de Puerto Rico, es decir un devenir autodirigdo que se esquematiza especulativamente en las visiones cinemáticas de transformación colectiva de Allora & Calzadilla. En su cortometraje The Night We Became People Again [La noche en que volvimos a ser personas], este dúo artístico invoca la cosmología taína precolonial como un recurso para la supervivencia postcolonial. Su escenario transita entre una cueva de referencia mitológica indígena que alude al comienzo de los tiempos y el oscuro interior de una central eléctrica puertorriqueña en ruinas. La visualidad de la película presenta murciélagos arremolinándose y estrellas parpadeantes, invocando la formación de nuevos mundos, que, al converger con un imaginario post-apocalíptico de colapso infraestructural y reinvención colectiva, traza una nueva configuración del ser social post-antropocéntrico, post-extractivo.

Estas prácticas revelan espacios emergentes de potencialidad, los que sugieren y contribuyen a un cambio de paradigma político-ecológico, un movimiento autónomo que supera las privaciones y las manipulaciones del capitalismo de desastres. Incluso animan modos de comunalismo de desastre o, como lo expresa Ashley Dawson, comunismo de desastre: “formas colaborativas, altruistas, y a menudo improvisadas de provisión colectiva que hacen eco del dictamen de Marx ‘de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades’”. Estas formas vislumbran nuevos horizontes de lo posible, y al insistir en el imperativo ético de la supervivencia colectiva, van más allá de la lealtad al capitalismo al expresar los sueños de transformación decolonial y revolución emancipadora. Si es así, entonces en esas áreas de comunismo de desastre que emergen en los apagones de la red de energía después de eventos climáticos extremos, también presenciamos el devenir-negro como una modalidad de subjetivación descolonizada, una construcción de soberanías irreconocibles e ingobernables, de sociedades de ayuda mutua prefigurativas y postcapitalistas que inspiran una ampliación hacia las solidaridades transnacionales y un próximo movimiento de movimientos. Al igual que con las movilizaciones en Standing Rock amenazadas con la pérdida de sus fuentes de agua, y extendiéndose a redes de activistas transnacionales como Black Lives Matter, estos son espacios donde el apagón potencialmente se convierte en expresión positiva, un descontento productivo con el pesimismo donde la negrura se vuelve “un símbolo de belleza y orgullo”, como escribe Mbembe, “un signo de desafío radical, un llamado a la rebelión, la deserción, [y] la insurrección”; de hecho, en tales lugares podemos discernir el apagón como “una isla de reposo en medio de la opresión racial y la deshumanización objetiva”.

Dicho esto, sería correcto cuestionar si estas instancias de formaciones sociales voluntarias que emergen en zonas de desastre—en la Grecia colonizada, en Bangladesh en riesgo de inundación y en Puerto Rico post-huracán—no son también un síntoma de emprendedurismo neoliberal en el vacío de la responsabilidad gubernamental, donde la autoorganización en los territorios deficitados y endeudados opera como trabajo barato o no remunerado auto-extraíble, aliviando convenientemente al estado de sus responsabilidades. ¿No son estos casos en los que la “recuperación” significa en última instancia el retorno al status quo del capitalismo e incluso a versiones más extremas de él, a sus soberanías dependientes y su hegemonía indiscutida? Si es así, ¿en qué punto esos esfuerzos colectivos catalizan la emancipación social más allá de la captura extractiva, cuando el apagón puede designar economías de decrecimiento radical, reducción ecológica, esperanza no solo en la oscuridad sino también de la oscuridad, una oscuridad u opacidad estratégica resistente a la vigilancia, la captura algorítmica, y el espectáculo de los medios de comunicación por igual?

Es difícil responder a estas preguntas y separar claramente la esperanza de la desesperación, especialmente cuando las topologías de la revuelta y la normalización, la deserción y la captura, están tan complejamente entrelazadas, y donde los efectos y resultados de estos eventos nunca son simplemente puntuales o seguros. Lo que está claro es que necesitamos un movimiento transnacional que responda y se anticipe a la actual globalización distributiva del poder financiero, operando dentro y entre Estados-nación que ya no funcionan únicamente según las lógicas de la representación democrática y la rendición de cuentas, como se muestra en Crossings de Melitopoulos. “En última instancia, la única forma de comenzar a desmantelar las relaciones de dominación imperialistas y liberar verdaderamente a las nuevas colonias de la deuda de su sometimiento económico es que las clases trabajadoras y los movimientos sociales de los países deudores y acreedores tomen conciencia de su interés compartido en construir un frente unificado contra las imposiciones de las finanzas globales”, escribe Jerome Roos. Es exactamente esta necesidad de solidaridades internacionalistas lo que el trabajo de los activistas-artistas mencionados líneas arriba muestra como apremiante. En ellos, vemos algunas de las energías sociales transnacionales excepcionalmente capaces de desafiar y transformar los sistemas petrocapitalistas de gobierno. En estos apagones de poder fósil y poder financiero, vemos signos de desafío radical, un llamado a la revuelta, la deserción y la insurrección.

Ver iLiana Fokianaki y Yanis Varoufakis, “‘We Come Bearing Gifts’—iLiana Fokianaki and Yanis Varoufakis on Documenta 14 Athens,” Art Agenda, 7 de junio de 2017, http://www.art-agenda.com/reviews/d14/; para un análisis crítico de la interpretación de Varoufakis, ver Jerome Roos, “The New Debt Colonies,” Viewpoint Magazine, 1 de febrero de 2018, https://www.viewpointmag.com/2018/02/01/new-debt-colonies/.

Sandro Mezzadra y Brett Neilson, “On the Multiple Frontiers of Extraction: Excavating Contemporary Capitalism,” Cultural Studies, vol. 31, número 2-32017).

David Harvey, The New Imperialism (Oxford: Oxford University Press, 2003). Para una exposición de procesos extractivos adicionales de automatización, Big Data, cobros de cuotas y multas, servicios, privatizaciones, formas de extraer riqueza de los empobrecidos y endeudados, y formas de expropiación racializadas, ver Jackie Wang, “Carceral Capitalism”, The New Inquiry, 22 de enero de 2018, https://thenewinquiry.com/carceral-capitalism/.

Mezzadra y Neilson, 12. También: Jason W. Moore y Raj Patel, A History of the World in Seven Cheap Things: A Guide to Capitalism, Nature, and the Future of the Planet (Berkeley: University of California Press, 2017), muestra cómo el mundo moderno se ha hecho por medio de siete cosas baratas: naturaleza, dinero, trabajo, cuidado, comida, energía y vidas, donde el “abaratamiento” ha sido, en parte, una tecnología compleja de capitalismo que ha involucrado deuda, guerra, conquista, colonialismo y trabajo esclavo durante quinientos años.

Para un panorama general de los esfuerzos desreguladores de Trump hasta la fecha, ver: Nadja Popovich, Livia Albeck-Ripka, y Kendra Pierre-Louis, “67 Environmental Rules on the Way Out Under Trump,” New York Times, 31 de enero de 2018, https: //www.nytimes.com/interactive/2017/10/05/climate/trump-environment-rules-reversed.html.

Maurizio Lazzarato, Governing by Debt (South Pasadena: Semiotext(e), 2015).

Ver Wang, “Carceral Capitalism.”

Achille Mbembe, “Necropolitics,” Public Culture, 15.1 (Invierno 2003): 11-40; y Elizabeth A. Povinelli, Geontologies: A Requiem to Late Liberalism (Durham: Duke University Press, 2016).

Ver el Mapa Blockadia del proyecto Environmental Justice Atlas: “Procediendo de movimientos como el Pueblo Ogoni contra Shell en el Delta del Níger desde la década de 1990 y la iniciativa Yasuni en Ecuador para dejar el petróleo en la tierra, la población local y los activistas nos exigen mantener los combustibles fósiles en el suelo. Hoy en día existen diversas y generalizadas resistencias como la desobediencia masiva de Ende Gelände en Alemania; el campamento de Standing Rock liderado por indígenas contra el oleoducto Dakota Access; el movimiento en Kenia para descarbonizar y descolonizar; y, entre muchas otras, las campañas #BreakFree y #SaveTheArctic.” https://ejatlas.org/featured/blockadia.

Bruno Latour, War of the Worlds: What about Peace?, trad. Charlotte Bigg (Chicago: Prickly Paradigm Press, 2002); y T. J. Demos, “The Great Transition: The Arts and Radical System Change,” e-flux, 12 de abril, 2017, http://www.e-flux.com/architecture/accumulation/122305/the-great-transition-the-arts-and-radical-system-change/.

Para un análisis adicional de Crossings, ver T. J. Demos, “Learning from documenta 14: Athens, Post-Democracy, and Decolonization,” Third Text, 23 de agosto, 2017, http://thirdtext.org/demos-documenta.

Ver la crítica de Alex de Jong sobre el municipalismo libertario de Öcalan inspirado en Bookchin: “The New-Old PKK,” Jacobin, 18 de marzo, 2016, https://www.jacobinmag.com/2016/03/pkk-ocalan-kurdistan-isis-murray-bookchin/.

Ver el informe de Jenna Winton sobre uno de los principales voceros de la ACFN, “Eriel Deranger: Fighting the World’s Largest Industrial Project, the Alberta Tar Sands,” Cultural Survival, 4 de febrero, 2014, http://www.culturalsurvival.org/news/eriel-deranger-fighting-worlds-largest-industrial-project-alberta-tar-sands; y Red Power Media, “Court sides with Feds in Athabasca Chipewyan First Nation’s case,” 9 de enero, 2015, https://redpowermedia.wordpress.com/2015/01/09/court-sides-with-feds-in-athabasca-chipewyan-first-nations-case/.

http://www.forensic-architecture.org/file/climate-crimes/.

Cathy O’Neil, Weapons of Math Destruction: How Big Data Increases Inequality and Threatens Democracy (Nueva York: Crown, 2016).

Bill McKibben, “Stop swooning over Justin Trudeau. The man is a disaster for the planet,” The Guardian, 17 de abril, 2017, https://www.theguardian.com/commentisfree/2017/apr/17/stop-swooning-justin-trudeau-man-disaster-planet.

Ver Robert Glennon, “The Unfolding Tragedy of Climate Change in Bangladesh,” Scientific American, 21 de abril, 2017, https://blogs.scientificamerican.com/guest-blog/the-unfolding-tragedy-of-climate-change-in-bangladesh/.

Amitav Ghosh, The Great Derangement: Climate Change and the Unthinkable (Chicago: University of Chicago Press, 2016).

“20 Destinations to see before they disappear,” Rough Guide, 29 de noviembre, 2016, https://www.roughguides.com/gallery/20-destinations-to-see-before-they-disappear/.

Para más información sobre la situación actual en Puerto Rico, ver el trabajo de Defend PR, un proyecto multimedia diseñado para documentar y celebrar la creatividad, resiliencia y resistencia puertorriqueñas: http://www.defendpr.com/.

Juan González, “Puerto Rico’s $123 Billion Bankruptcy Is the Cost of U.S. Colonialism,” The Intercept, 9 de mayo, 2017, https://theintercept.com/2017/05/09/puerto-ricos-123-billion-bankruptcy-is-the-cost-of-u-s-colonialism/.

Achille Mbembe, Critique of Black Reason, trad. Laurent Dubois (Durham: Duke University Press, 2017), 6: “En el capitalismo temprano, el término ‘negro’ se refería únicamente a la condición impuesta a los pueblos de origen africano (diferentes formas de depredación, despojo de todo poder de autodeterminación, y, sobre todo, la desposesión del futuro y del tiempo, las dos matrices de lo posible). Ahora, por primera vez en la historia de la humanidad, el término ‘negro’ ha sido generalizado. Esta nueva fungibilidad, esta solubilidad, institucionalizada como una nueva norma de existencia y expandida a todo el planeta, es lo que yo llamo el Devenir Negro del mundo”.

Ver Mezzadra y Neilson, “On the Multiple Frontiers of Extraction”; y “Extraction: Decolonial Visual Cultures in the Age of the Capitalocene,” la conferencia organizada por el Center for Creative Ecologies (Centro de ecologías creativas) de la University of California, Santa Cruz, en 2017 https://extraction.sites.ucsc.edu/.

Ashley Dawson, “Let sun & wind power Puerto Rico’s future,” New York Daily News, 11 de octubre, 2017, http://www.nydailynews.com/opinion/sun-wind-power-puerto-rico-future-article-1.3554322.

Kate Aronoff, “Disaster Capitalists Take Big Step Toward Privatizing Puerto Rico’s Electic Grid,” The Intercept, 26 de octubre, 2017, https://theintercept.com/2017/10/26/disaster-capitalists-take-big-step-toward-privatizing-puerto-ricos-electric-grid/; y Naomi Klein, The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism (Londres: Penguin Press, 2008).

Rebecca Solnit, Hope in the Dark: Untold Histories, Wild Possibilities (Nueva York: Nation Books, 2004).

Para un análisis más extenso de este film, ver T. J. Demos, “The Night We Became People Again: On Allora & Calzadilla’s Art of Intersectionality,” Blackout: Allora & Calzadilla, ed. Hou Hanru y Anne Palopoli (Milán y Roma: Lazy Dog y MAXXI, 2018), 52-71.

Sobre “capitalismo de desastres” ver Klein, The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism; sobre “comunismo de desastres” ver Ashley Dawson, Extreme Cities: The Peril and Promise of Urban Life in the Age of Climate Change (Londres: Verso, 2017), 246.

Ver el reciente cuestionario sobre revolución del Centro de Ecologías Creativas, en el centenario de la Revolución Rusa de 1917, https://creativeecologies.ucsc.edu/revolution-at-100-questionnaire/.

Ver Naomi Klein, “The Battle for Paradise: Puerto Ricans and Ultrarich ‘Puertopians’ Are Locked in a Pitched Struggle Over How to Remake the Island,” The Intercept, 20 de marzo, 2018, https://theintercept.com/2018/03/20/puerto-rico-hurricane-maria-recovery/.

Mbembe, Critique of Black Reason, 47-48.

Roos, “The New Debt Colonies”: “Lo que se necesita es un internacionalismo popular renovado que enfoque todas sus energías en oponerse a la política de despojo y en desmantelar el rizoma de los imperialismos capitalistas pasados y presentes: el poder estructural de las finanzas”.